Durante la entrevista exploramos una idea clave: que el agua del grifo, aunque legalmente potable, no siempre es sinónimo de agua saludable. Potable significa que cumple con los mínimos requisitos sanitarios, pero ¿qué pasa con los efectos acumulativos del cloro, los metales pesados o los microcontaminantes emergentes que puede contener?
La salud no es sólo ausencia de enfermedad, sino un estado integral de equilibrio. Y el agua, elemento esencial en nuestro cuerpo, debería ser una aliada activa en ese equilibrio, no solo un líquido "seguro".