Que las aguas duras no son buenas es el perfecto argumento de venta para las empresas de descalcificadores o sistemas de ósmosis que destilan el agua.
Generalmente estos equipos introducen sustancias químicas en sus filtros como suele ser la resina de intercambio iónico, un material derivado del petróleo (benceno y estireno) y que puede resultar tóxico.
Las aguas destiladas o pobres en minerales son aguas ácidas, muertas, y su consumo puede acarrear graves consecuencias para la salud.
En los años 60-70s en Estados Unidos se utilizaba mucho este argumento para vender equipos de ósmosis que realizaban una depuración completa del agua: desde las sustancias tóxicas como el cloro, los metales pesados o los pesticidas, entre otros, hasta las sustancias necesarias como los minerales.
A raíz de esto los casos de problemas cardiovasculares en la población fueron en aumento. El gobierno se alertó y tomó cartas en el asunto. Fue consciente de que estas enfermedades provenían de la falta de ingesta de minerales en la población. Era una consecuencia directa a la moda de las ósmosis que destilaban el agua.
Actualmente la legislación europea prohibe la venta de aquellos equipos que destilan el agua para consumo humano. Marca el pH mínimo de consumo en 6,5 y máximo de 9,5. (Excepto en aguas con gas, que su pH puede reducirse hasta el 4,5).