El pasado lunes 2 de junio de 2025, cinco niños de entre 5 y 11 años fueron hospitalizados en la localidad romana de La Borghesiana, en un complejo deportivo, tras sufrir una intoxicación por cloro en la piscina. El problema se detectó cuando el agua adquirió un tono amarillento, lo que alertó a uno de los menores, quien dio la señal de alarma alertando a su madre.
Los síntomas que presentaron los pequeños incluyeron dificultades respiratorias, mareos y malestar general, lo que provocó una rápida intervención de los servicios de emergencia. Cuatro de los niños recibieron el alta pocas horas después, pero un niño de nueve años permanece en la UCI en coma inducido. Aunque no se teme por su vida, los médicos advierten que podría sufrir secuelas neurológicas graves debido a la inhalación del cloro.
La hipótesis más sólida apunta a una caída de presión en el sistema de dosificación de cloro, lo que provocó que una cantidad excesiva del químico se liberara específicamente en la parte de la piscina donde estaban los menores. Se ha recogido agua para su análisis y está en marcha una investigación para revisar los sistemas de seguridad y mantenimiento del recinto.
Las autoridades advierten sobre el uso de productos químicos en piscinas, que pueden ser altamente corrosivos, y cualquier uso inadecuado —sobre todo en espacios cerrados— puede desencadenar reacciones peligrosas para la salud, tal y como recuerda la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental.
Aunque se trató de un caso excepcional, nos recuerda algo importante: el cloro, aunque es fundamental como desinfectante, puede ser perjudicial para la salud cuando se encuentra en concentraciones elevadas o con una exposición prolongada.
Esto no solo aplica en piscinas. El agua que usamos en casa también contiene cloro, y aunque esté regulado, su acumulación diaria en la piel, los pulmones o el organismo puede tener consecuencias a largo plazo, sobre todo en personas sensibles.